historia de rosario

Anécdotas Leyendas y Curiosidades Rosarinas 


Publicado en Revista Rosario su Historia y Región N° 91 Nov. 2010

Por Dr. Roque A. Sanguinetti


INVESTIGAN SI LOS NIETOS Y BISNIETOS DE BELGRANO ESTÁN SEPULTADOS EN ROSARIO

·  Dos rosarinos investigan si cuatro personas de apellido Belgrano que están sepultadas en dos tumbas del Cementerio El Salvador son parientes del creador de la bandera. Silvio Vaccarezza y Sebastián Alonso están tras la pista que encontraron en varios ensayos anteriores. Para ellos y por las fechas, podría tratarse de sus nietos y bisnietos.

Según Vaccarezza, hay un dato clave que permite suponer la relación. “Pedro Pablo Rosas y Belgrano, hijo del héroe y de Josefa Ezcurra, vivió en Rosario en la calle Rioja, entre Buenos Aires y Juan Manuel de Rosas, del lado de los números pares, en una casa que nunca se pudo identificar”, sostiene.

Las tumbas en cuestión llevan el nombre de Manuel y Luis Belgrano, sepultados en los años 1889 y 1917 respectivamente y de Teófila y Angel Belgrano, fallecidos en 1911 y 1914. Están ubicadas a la derecha e izquierda de la entrada del cementerio y tienen la misma ornamentación.

   Esta coincidencia abona la presunción de Vaccarezza, que retoma para su investigación los trabajos realizados en su momento por los historiadores Luis Ernesto Aguirre Sotomayor (reconocido docente rosarino) y Carlos Dante Giannone (presidente del Instituto Belgraniano).

Ahora, rastrea el tema a instancia de un centro de genealogía de Rosario, al que le entregará el material investigado para que vea la luz en una revista ad hoc.

  Según Vaccarezza, el hijo no reconocido por Belgrano, Pedro Pablo, adoptado por Juan Manuel de Rosas a través de Encarnación Ezcurra, tía de Josefa, su madre, vivió un tiempo en Rosario. “Así lo indican muchas investigaciones”, aseguró y dijo que si esto fue así no sería ilógico pensar que las tumbas pertenecen a los descendientes de Pedro Pablo, que peleó junto a Rosas, vivió en una estancia en Azul (Buenos Aires), pasó un tiempo en Rosario y tuvo 16 hijos. Belgrano tuvo otra hija reconocida, Mónica Manuela, cuyos descendientes ocupan las últimas ramas del árbol que reconstruyó el rosarino.

Hacia atrás. Vaccarezza tiene 84 años y ayer presentó el libro virtual “Los 500 años de los Belgrano. Nobleza, revolución y burguesía”, en el que recrea el pasado familiar del creador de la bandera desde los primeros indicios del apellido, en el cementerio de Costa d’Oneglia (Imperia-Italia). Pero con ser intensas y fértiles, las 138 páginas del texto no agotan el desafío de su autor: un tiempo atrás también recreó el único árbol genealógico del héroe.

  El texto que se presentó en la Biblioteca Argentina nació en 2006. Mucho tiempo después de que compilara el linaje belgraniano ampliando los datos recogidos en la ciudad de Fermo (Italia). “Este es mi mayor orgullo”, dice mientras despliega un gráfico color verde que hecha raíces en Pompeo Belgrano, nacido en Oneglia, Italia, en 1585.

 

  Vaccarezza fue presentado por el abogado y escritor Angel Girardi y la licenciada María Paz Torre ante un público ávido de conocer de primera mano el resultado de la búsqueda que hizo el historiador rosarino sobre los ancestros del creador de la bandera. Seguros, claro está, de estar ante una muy buena pluma y un espíritu riguroso e inquieto.

 

Fuente: Diario La Capital Domingo 14 de agosto de 2011


LA CASA DONDE NO NACIÓ EL CHE GUEVARA

      Por Dr. Roque A. Sanguinetti

 

               El edificio de departamentos de estilo parisino se alza señorial en la esquina de Entre Ríos y Urquiza.

        Imagen de una época de esplendor, es la única obra en Rosario de quien probablemente haya sido el mayor arquitecto argentino, Alejandro Bustillo, autor del conjunto del Casino y el hotel Provincial de Mar del Plata, del hotel Llao-Llao de Bariloche, del Banco Nación en la Plaza de Mayo de Buenos Aires y de muchas otras obras destacadas, y coautor con Angel Guido de nuestro Monumento a la Bandera.

        Es un edificio famoso. Pero esa fama no se debe a su prosapia arquitectónica, sino a que habitualmente se lo sindica como lugar del nacimiento del Ché Guevara.

        En la década del 90 el Concejo Municipal dispuso colocar una placa indicativa en el frente, lo que no se pudo llevar a cabo por la oposición de los habitantes del propio edificio. Por último en la década del 2000 la Intendencia colocó una columna en la vereda, sobre el acceso, con un letrero que dice: “CASA NATAL ‘CHE’ GUEVARA”.

         ¿Pero es realmente así?

         El acta de nacimiento del Ché consigna que “el quince de junio de 1928,  a las diez y siete horas comparece Don Eduardo Rafael Guevara, de 28 años de edad, de estado casado, de nacionalidad argentino, de profesión hacendado, domiciliado en calle Entre Ríos cuatrocientos ochenta, vecino de esta ciudad, declarando que en su domicilio el día 14 del corriente mes de junio a las tres y cinco horas nació un niño, que es hijo legítimo suyo y de Doña Celia de la Serna Llosa,  etc., al que se le ha puesto el nombre de Ernesto”. Firman como testigos Raúl Lynch, de 22 años, argentino, marino y José Beltrán, de 30, brasileño, chofer, ambos con domicilio en esta ciudad.

         En base a este documento se ha considerado oficialmente el edificio de Entre Ríos 480, esquina Entre Ríos, y el 14 de junio de 1928 como lugar y fecha de nacimiento.

         Pero veremos que esas supuestas certezas no lo son tanto…

         Es sabido que el padre del Ché se casó a fines de 1927 con Celia de la Serna, integrante como él de la clase alta argentina, vulgarmente conocida como “oligarquía” y que se fueron a vivir a la provincia de Misiones, donde Guevara tenía un contrato de explotación de setenta mil hectáreas, (Ernesto Guevara Lynch, “Mi hijo el Ché”, Plaza y Janés, 2000, páginas 125 y siguientes) y que permanecieron allí durante más de dos años.

          Vale decir, al momento del nacimiento del niño, contra lo que dice el acta, no se domiciliaban en Rosario ni eran vecinos de esta ciudad, con la que tampoco consta que hubieran tenido antes ni tuvieran después la menor relación con la misma. Y además, el padre del Ché no se llamaba Eduardo como dice el acta sino Ernesto, nombre que transmitió a su hijo.

El testigo Lynch puede haber tenido algún parentesco, ya que su apellido es igual al segundo apellido del padre, pero también llama la atención que el otro testigo de una pareja de la “clase alta” fuera un chofer de Rosario. Las firmas del acta resultan ilegibles.

          Se ha dicho que encontrándose embarazada la señora, la pareja se habría dirigido en barco desde Misiones a Buenos Aires, que el parto se habría adelantado y que por eso habrían debido bajar en Rosario, donde nació el niño y donde tuvieron que permanecer un corto tiempo en un departamento alquilado o prestado.  

          Pero la historiadora Julia Constenla, amiga personal de Celia de la Serna y autora del libro “Celia, la madre del Ché”, relata que precisamente ésta le confesó que se encontraba embarazada al momento de casarse, que la verdadera fecha de nacimiento de su hijo fue el 14 de mayo y que la partida de nacimiento fue falsificada a un mes más tarde para evitar el escándalo familiar y social (entrevista a Julia Constenla realizada por Luciana Peker, Página 12, 3 de marzo de 2005). 

           La misma anécdota la narra Pacho O’Donnell en su biografía de Guevara (Sudamericana, 2003, página 21) y también coincide con esta versión el libro “Ché Guevara, una vida revolucionaria”, del biógrafo Jon Lee Anderson, (Anagrama, 1997, página 17), explicando que “la razón habría sido la intención de los padres de ocultar el embarazo de la madre al momento de casarse”. Según Anderson los Guevara se alejaron de Buenos Aires durante el embarazo y se dirigieron a Rosario, donde un médico conocido aceptó alterar el certificado de nacimiento. Esto explicaría lo de la extraña estadía en Rosario.

         En cuanto al lugar del nacimiento alguna versión señalaba en base a supuestos relatos familiares la maternidad del Hospital Centenario. Otra indicaba la del Sanatorio Plaza, entonces muy prestigiosa y que resultaría más probable en gente de la susodicha “clase alta”.

        La revista cultural La Maga, una publicación de gran predicamento nacional en la década del 90, consultó al respecto en su número del mes mayo de 1997 a dos hermanos entonces sobrevivientes del Ché, y ambos negaron que el lugar de nacimiento fuera el domicilio de Entre Ríos 480. Roberto Guevara de la Serna dice textualmente en ese reportaje: “Contó mi madre que Ernesto nació en una clínica de Rosario. La casa que aparece en la inscripción de nacimiento es donde vivió los primeros días pero no donde nació”. Y Ercilia Guevara de la Serna dice que “Él (el Ché) nació en una clínica y después fue a la casa y estuvo tan enfermo que casi se muere”.

         Entiendo que estos testimonios dirimen la cuestión y dejan en claro que el edificio de Entre Ríos 480 no es el lugar de nacimiento del Ché sino tan solo el domicilio al que fue trasladado en sus primeros días. Quedará siempre la duda de cuál fue la clínica, sanatorio u hospital donde verdaderamente vio la luz y que ni sus hermanos sobrevivientes conocían.

         Con respecto a la posible adulteración de la fecha de nacimiento, resulta también muy sugestivo que en la citada biografía del Ché Guevara escrita por su padre Ernesto Guevara Lynch donde se narran minuciosamente el noviazgo de los padres, su casamiento y su traslado a  Caraguatay, y con todo detalle la infancia del futuro guerrillero, no se diga una sola palabra acerca del nacimiento. El relato se limita  a  consignar que “allí (en Misiones) mi mujer Celia de la Serna gestó a su hijo Ernesto”, agregando más adelante: “Ernesto Guevara de la Serna vivió en el territorio de Misiones poco menos de dos años”. Después cuenta que la familia se trasladó a vivir a San Isidro y más adelante a Alta Gracia. Jamás menciona a Rosario en todo el extenso libro excepto donde da cuenta de “una vieja neumonía que Ernesto había contraído en la ciudad de Rosario, a los pocos días de nacer” (página 155) y cuando dice “neumonía que le afectó en la ciudad de Rosario, cuando aún no tenía quince días de edad” (página 269), coincidiendo con lo declarado en La Maga por su hija Ercilia. Salvo esas únicas y casuales menciones, Rosario no existe para el señor Ernesto Guevara Lynch.

        Tampoco se pudo saber nunca en cuál de los departamentos del edificio se alojó la familia Guevara durante su corta estadía en Rosario. Pero como anécdota pintoresca cabe señalar que una señora que era propietaria del departamento 2º “D” decidió que ese departamento era el del Ché y durante varios años recibió allí cantidad de visitas incluidos dos hijos de Guevara, terminando por venderlo en la década del 2000 a inversores extranjeros con la respectiva plusvalía, palabra que no le simpatizaría mucho al Ché.

         Allí en la esquina de Entre Ríos y Urquiza permanece el señorial edificio del insigne Bustillo, que pese a lo que promocione la Municipalidad de Rosario y se crean los turistas… NO es la “Casa Natal del ‘Ché’ Guevara”.

                                                                                                                                      (Rosario, su Historia)

 

La Capital   Sábado 24 de junio de 2017
La Capital Sábado 24 de junio de 2017

Publicado en la Revista Rosario su Historia y Región N° 92 Dic. 2010


UNA PERSISTENTE BROMA DE ESTUDIANTES

Por Dr. Roque A. Sanguinetti

 

Quién podría negar que es una de las obras más importantes de la arquitectura de Rosario. Y probablemente la más original de todas. 

Subiendo por Rioja desde el bajo, todavía hoy se imponen sobre la calle y su perspectiva los dos gigantescos leones que coronan el edificio y que representan al reino de España, cuyo escudo custodian orgullosamente allá arriba.

Elocuente ejemplo del  “modernisme catalá” e inaugurado en 1912, el Club Español es obra del gran arquitecto catalán  Francisco Roca y Simó, quien a principios del siglo veinte trajo a Rosario ese estilo, concretándolo en ésta y en otras creaciones notables como la Casa de España, de Entre Ríos y Santa Fe, el edificio Monserrat, de Entre Ríos y San Lorenzo, el Palacio Cabanellas, de Sarmiento y San Luis, y su adjunto la confitería Europea, todas obras que sin deshonor podría haber firmado el genial Gaudí.

Lamentablemente puede pasar un tanto desapercibido entre el constante tráfico del pleno centro y al estar situado en una calle muy angosta que impide apreciarlo debidamente. Es de esperar que alguna vez se cumpla la ordenanza que ordenó expropiar y demoler el edificio que se encuentra a su frente para crear un pasaje que desembocaría en la Plaza Montenegro.  De este modo se podría verlo por fin con la perspectiva necesaria y el paisaje urbano se enriquecería mucho.

         En su interior se destaca el espacio ceremonial compuesto por la gran escalera sobre la que se centraliza el edificio y el altísimo hall cubierto por un lucernario, que sirvieron de  imponente marco a la visita que en la década de 1980 le hicieron el Rey y la Reina de España.  

Pero quizás lo más llamativo sea la fachada, con un juego de volúmenes que la ahuecan resaltando su tercera dimensión.  Sobre ese frente se destacan desde arriba hacia abajo los ya citados leones y el escudo español, y una serie de seis atlantes que parecen sostener los pilares del edificio, todos esculturas de Diego Masana. Abajo de ellos avanza el balcón principal, sobre una marquesina de caprichoso hierro forjado. Tras los balcones hay grandes vitrales con coloridas figuras humanas y todo este conjunto está adornado con más figuras y con guirnaldas que acentúan las características del estilo, expresión del gusto dominante en los festivos años finales del siglo diecinueve europeo. 

La importante puerta de hierro trabajado, insólitamente construida en Inglaterra, está rodeada por una serie de cuatro frisos en relieve construidos en cemento, que vistos en conjunto complementan adecuadamente el edificio.

Pero…

Sucedió que cuando se proyectó el edificio esos frisos del frente iban a ser tallados en mármol. Sin embargo, a último momento surgieron dificultades económicas y se decidió ahorrar y hacerlos de cemento. Entonces el escultor Masana se dio por ofendido y en vez de cumplir personalmente con el trabajo, lo encargó a los jóvenes alumnos de su taller, dándoles amplia libertad.

Y ahí se le ocurrió a alguno de ellos una típica broma de estudiantes, que afortunadamente perdura hasta el día de hoy. Esos alumnos no tuvieron mejor o peor idea que  ponerse a imaginar y esculpir figuras en poses ridículas para formar los relieves, sin que los hispanos miembros del club se dieran cuenta de nada. Ignoro si Masana participó del “complot”, pero es imaginable que sí, ya que resulta difícil pensar que no controlara el desarrollo del trabajo, y además hay que recordar que estaba ofendido y así se habrá tomado revancha. Es más: imagino el jolgorio en el taller de escultura

 Si miramos detenidamente los frisos comenzando por el de la izquierda de la fachada, veremos que la primera figura es un desmelenado andrógino que se rasca desesperadamente la espalda. Le sigue hacia la derecha un hombre en afeminada pose dudosa que parece insinuarse sobre el andrógino, y el tercer personaje les está haciendo a los otros dos el itálico gesto conocido como “corte de manga”.

El segundo friso comienza con un hombre que se huele con fruición el sobaco, y sigue en el medio otro que también hace el “corte de manga” a un tercero, que parece estarse levantando después de haber expelido una necesidad elemental y que también parece querer sentarse sobre las rodillas del anterior.

Los dos frisos siguientes son simétricos de los otros y duplican los personajes y sus gracias como en un espejo.

¿Qué decir de esta broma estudiantil de dudoso gusto que se eternizó en esas estatuas?  Casi nadie la conoce, a algunos les causará gracia, a otros les molestará y otros la considerarán una tontería. Pero ahí ha quedado desde hace un siglo, para regocijo de los muy pocos que sabemos del caso y como una anécdota imperdible de la arquitectura rosarina.

De todos modos estuvo tan bien hecha, que pese a lo grotesco de sus personajes y actitudes, los relieves poseen estética y plasticidad, y no atentan de ninguna manera contra el conjunto arquitectónico del notabilísmo edificio. Sólo conociendo la anécdota y mirando con detalle las figuras se puede descubrir aquella broma ya centenaria. Y dificulto que Sus Majestades hayan notado nada.  Al menos eso espero.

 Si se me pregunta cómo conocí esta anécdota, puedo decir que de primera agua, ya que me la contó mi tío político José Luis Olivé, fallecido en 1970, quien no era otro que uno de aquellos estudiantes de escultura a quienes Masana les dio rienda suelta para sus travesuras.

  Que perdure por siempre el magnifico edificio del Club Español, orgullo de Rosario, que se abra el pasaje que permita a unos apreciarlo y a otros por lo menos descubrirlo… y que no se pierdan nunca esos relieves, que le agregan gracia y colorido a su historia y a la de la ciudad.

 

 (Rosario, su Historia)


EDIFICIO DE CÓRDOBA 625

Declarado Patimonio de la ciudad de Rosario en febrero del año 2000
Declarado Patimonio de la ciudad de Rosario en febrero del año 2000

En ese predio estaba ubicada en 1810, la casa del matrimonio María Catalina Echevarría y Juan Manuel Vidal. Dada la amistad del Gral Manuel Belgrano -con el Hermano de Catalina, Don Vicente Anastasio Echevarria-, cuando arribó a la Villa del Rosario para inaugurar las baterías ‘Independencia’ y ‘Libertad’, se hospedó en su casa. Fue allí cuando le propuso y ella aceptó, confeccionar la primera bandera argentina que, María Catalina haría con sus propias manos junto a otras damas del poblado del Rosario, que le prestaron ayuda. 

 

Allí mismo fue construido este Importante edificio histórico de la ciudad, a fines del siglo XIX, aproximadamente en 1896, para funcionar como un hotel muy lujoso más tarde despojado de su tercer piso original y uno de los que podían vanagloriarse de tener una distinguida clientela extranjera, sobre todo viajeros pudientes, que arribaban en los barcos que anclaban en el puerto de Rosario, a los que se agregaban estancieros de la zona.

 

El hotel se llamó “France et d’Angleterre” y tenía tres plantas; su propietario en 1902, Herbert J. Shaw, promocionaba, ese año, su restaurante a la carta con velada musical, mientras una orquesta dirigida por José Cayano, interpretaba un repertorio mezclando valses, mazurcas y fragmentos de óperas. Aquel lejano concierto incluía música muy del gusto finisecular, desde "Toujours ou jamáis", de Waldteufel, y "Poeta y aldeano", de Von Suppé, a las grandes fantasías de "Aída", de Verdi, o "Elisir d'amore", de Donizetti.

 

La arquitectura del edificio, que no escapaba a los estilos imperantes en la ciudad de los arquitectos e ingenieros italianos era sin embargo, para los rosarinos de la época, símbolo de su crecimiento y poderío económico. El viajero francés HURET aludía “una vez en Rosario nos alojamos en el Hotel de Francia e Inglaterra que, según parece, es el mejor de la ciudad… Ya he tenido ocasión de explicar la disposición en que están construidos estos hoteles, donde se pagan por cierto precios exorbitantes. Se compone de un largo patio enlosado de mármol blanco y negro, dónde se ven dos hileras de arbustos, a cuya sombra se mecen algunas personas sentadas en rocking chairs de mimbre. Las habitaciones dan a ese patio en el que se oye la gritería de los muchachos… ”

 

El hotel había sido levantado por orden de Camilo Aldao y tuvo sucesivos dueños: Juan Romano, Alberto Goliste y un francés de apellido Bourgeois. Contaba con “80 habitaciones, dotadas con las mayores comodidades, fue el primero en contar con agua caliente y se lo tenía como el preferido por los viajeros ingleses”. Una publicación de 1910 indicaba que, “…los visitantes ingleses pueden estar seguros de encontrar buena acogida: hallarán criados muy corteses y sus necesidades y confort serán atendidos con todo el esmero posible… ”. No escapaba tampoco a la atención de los curiosos un portero con librea que acompañaba a los huéspedes y visitantes.

 

Entre 1912 y 1913 se lo conoce como Hotel y Restaurante Europa, con dos entradas: la tradicional por calle Córdoba 625 y otra por calle Juan M. de Rosas 864. También se lo llamó “The Grand Hotel “ y por último “Hotel Internacional”.

Cercana al mismo, la conocida como casa de Comas, sobre la actual calle Santa Fe, se destacaba desde la década del 70 como una de las viviendas relevantes de una ciudad poco acostumbrada hasta entonces a contemplar edificios en altura.Después funcionó una gran tienda mayorista y depósito de mercaderías, de ahí una versión que existían túneles que conducían al puerto para el contrabando.

 

Con posterioridad, lo ocupó el Colegio “Cristo Rey”, como así también la Facultad de Ingeniería, alrededor de 1920. A partir de la crisis de 1930, el edificio estaba cerrado y por orden municipal funcionaron aquí ollas populares. Finalmente, lo ocupa el “Liceo Avellaneda”.

 

En una obra del pintor Salvador Zaino, denominada “Plaza Belgrano” que se encuentra en el Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino se puede observar, entre otras construcciones y plazas de la época, el mencionado edificio, que constaba de un piso más de los que tiene en la actualidad. Se encuentra ubicado justo enfrente del Monumento Nacional a la Bandera. El edifico que actualmente la Escuela Particular Incorporada Nº 8004, fue declarado patrimonio de la ciudad en febrero de 2000.

Fuente: http://liceoavellaneda.com/historia/

Vida Cotidiana – Rosario ( 1900-1930) Editada por diario la La Capital